¿Ya les conté de cómo era Héctor “El Güero” Palma en la cárcel de Puente Grande? Se los pregunto porque hoy, otra vez, este famoso narcotraficante ha sido noticia en México. Luego de más de 15 años de silencio mediático sobre su persona, se vuelve a hablar insistentemente de él.

La razón de que se vuelva a hablar de Héctor Luis Palma Salazar, el famoso “Güero Palma”, obedece a que un tribunal ha ordenado que sea juzgado nuevamente por el delito de Delincuencia Organizada, luego de haber cumplido una sentencia de 12 años en prisión en Estados Unidos, donde precisamente fue juzgado por ese mismo delito.

 

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El gobierno mexicano, para evitar el descrédito internacional, y para que no se diga que el actual régimen está dejando el libertad a los principales actores del narcotráfico -como ocurrió tras la liberación de Ovidio Guzmán López, el hijo de Joaquín Guzmán Loera-, ha optado por mantener en prisión, en una cuestionada decisión judicial, a Héctor “El Güero” Palma.

Por eso se ha vuelto a hablar de él. Porque aun cuando estaba a punto de recobrar su libertad se ha optado por seguir reteniéndole en prisión. Y por eso me vino a la mente la historia que conocí de “El Güero” Palma dentro de la prisión de Puente Grande, donde su nombre, al menos entre el 2008 al 2011 era una leyenda entre los presos.

El Güero Palma de Puente Grande

En las noches de Puente Grande, donde yo estuve encarcelado por decisión del presidente Felipe Calderón, los reos dábamos rienda suelta a nuestras emociones. Hacíamos de todo para fugarnos mentalmente del encierro. En el módulo de alta seguridad, donde yo estaba entre los presos más peligrosos de México, simulábamos un programa de radio que yo conducía por las noches.

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Desde cada una de nuestras celdas, cada preso mandaba saludos y cantaba. El teniente Alberto Cortina Herrera se desgañitaba cantando al amor lejano. Seducía a la audiencia, no con su tono de voz sino con aquellas canciones viejas que a todos nos recordaban el primer amor y aquella libertad derrochada de la que sentíamos vergüenza cuando caminábamos por aquellos senderos por donde bien nos sabía conducir Rafael Caro Quintero.

A otros capos también les gustaba fugarse de la realidad. Héctor “El Güero” Palma, en su momento, hizo lo propio. A diferencia del magnetismo que derrochó en su momento Joaquín Guzmán Loera, “El Güero” era hosco. Caminaba por los pasillos de la cárcel, acompañado de cinco escoltas y no saludaba a nadie.

Cuando “El Güero” amanecía con el carcelazo sobre sus espaldas era violento. No mandaba golpear a nadie; él mismo se encargaba de saldar cuentas con los presos que le habían faltado o le caían mal. Tenía muchos enemigos dentro de la prisión y pocos presos lo reconocían como líder. Casi toda la población penitenciaria lo aborrecía, no sólo por su arrogancia sino por su conocida enemistad con el Chapo Guzmán.

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